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¿Por qué las mujeres nos necesitamos las unas a las otras?

A todas mis amigas del pasado, presente y futuro. Y a todas las mujeres que se sienten solas. (Articulo escrito originalmente en inglés aquí )


Como educadora perinatal podría decir que es porque producimos oxitocina cuando nos juntamos. La oxitocina es la hormona a la que solía referirme en mis clases como la “hormona hippie”, ya sabéis...Paz y amor. Sí, la que sientes cuando abrazas a alguien durante al menos 7 segundos y la que producimos cuando escuchamos una historia que tiene un comienzo, una especie de clímax y un desenlace. La hormona de los orgasmos.

Todos producimos oxitocina, pero parece que las mujeres la producimos simplemente estando juntas.

Pero como mujer y madre de 47 años puedo dar razones que van más allá de lo físico.


En mi caso en particular, crecí en un colegio de monjas católicas en España (no había muchas alternativas por aquel entonces) en el que sólo había chicas, en casa mi familia no era religiosa así que pese a la educación escolar, o quizá por ella me convertí en una ferviente atea desde muy temprana edad. Y entre eso y que no vi nada positivo en estar sólo con chicas cuando el mundo me estaba educando para querer ser admirada y perseguida por los hombres para los que tenía que decorarme, no vi ningún sentido a estar en semejante lugar. Así que me sentí liberada cuando llegué por fin al instituto, donde abracé la idea de ser admirada como un objeto, desarrollé un aspecto que estuviera lo más alejado posible de la represión del colegio de monjas y me convertí en bailarina en discotecas, camarera en los lugares de moda más populares y seguí (en parte como resultado de traumas) a cualquier tío que simplemente me se fijara en mi, así que finalmente me convertí en un objeto deseable.





Las pequeñas decisiones que tomé entonces se basaron en lo que se considera "romántico", y que se consume en canciones, cuentos y películas desde temprana edad. Nunca pensé ni por un segundo en lo que yo quería, mi pensamiento era más en la línea de "quién quería que me quisiera" o "qué hacer para que me quisieran o se fijaran en mí". Ahora lo pienso y me parece una tragedia.


Vine a Londres siguiendo a mi novio de aquellos días, pero abusó de mí y lo dejé. Lo absurdo, y que aun me avergüenza, fue que no lo dejé por el abuso, lo dejé porque ese mismo día alguien me dijo que había estado con otras mujeres. A eso siguió un período de estar bastante perdida, en el que aprendí de la manera más brutal, que evidentemente me había convertido en un objeto y que hacerme daño era por tanto algo aceptable para los hombres. Fui drogada y violada por mis compañeros de piso.


De lo que me doy cuenta ahora, es de que no tuve amigas durante todos esos años, y ni tan siquiera lo pensé. Estaba sola porque era una víctima, era una víctima porque estaba sola. Para una mujer, estar sola en el patriarcado significa estar sin un hombre, ¿alguna vez has notado como los chicos nos dicen eso de: "¿Dónde vais tan solas ?" Cuando estás con tu amiga o amigas por ahí de fiesta o simplemente en un bar.

Pero la realidad de la que no se habla es que las mujeres estamos peligrosamente solas cuando se nos separa de otras mujeres, de nuestras redes, de nuestras comadres, y yo no sabía lo peligrosamente sola que estaba por aquel entonces.


Obviamente en la pre-programación que sucede durante la cautividad patriarcal, yo había aprendido a través de mucha propaganda que las mujeres no pueden ser amigas de verdad, ya que siempre estamos en competencia por un hombre, el que por supuesto nos gobierna y elige, el que decide.

Y por aquella época aun no había sabido apreciar a las únicas amigas que tuve en el colegio, y las aparqué en algún lugar lejano junto con los recuerdos de mis días de infancia. Ahora vivía en Londres, molaba, era joven, independiente y libre, o al menos eso pensaba yo.



Después de muchos altibajos, aquí ando aun luchando por salir del traumático viaje en la montaña rusa a toda velocidad, que he aprendido a disfrazar de vida.


Podría contaros muchas historias que se parecerían a una existencia ordinaria, "conocí a mi pareja hace 25 años, tuve 3 hijos, nos mudamos a Escocia durante el confinamiento... " Pero la realidad es que desde que me mudé a Glasgow, en una situación muy dura, personal y socialmente. A veces, me siento extremadamente sola, me doy cuenta de que extraño a "mis mujeres", mis amigas en Londres, con las que iba al pub de vez en cuando y con las que hablaba de todo. Y todavía extraño a mis amigas del colegio, quienes fueron lo suficientemente amables y sabias como para saber que eventualmente regresaría con mi ego bien guardado y sintiéndome extremadamente afortunada de tenerlas en mi vida cuando la risa se me acaba, algo que al hacerme vieja, parece suceder más y más a menudo.

Cuando me río con ellas me siento como si volviera a tener ocho años. Y nos reímos tanto que me llega a doler la cabeza.

Sólo con la edad me he podido dar cuenta de que el espacio más democrático que conozco es el grupo de cuatro mujeres de mediana edad que hemos creado durante más de cuarenta años de amistad. No podríamos ser más diferentes ni querernos más.


Fueron otras mujeres, lo que necesité cuando me quedé embarazada hace veinte años. Quería que las mujeres de mi árbol genealógico volvieran de entre los muertos y me dijeran cómo se suponía que se hacía aquello de parir.

Y necesitaba mujeres, y ni siquiera lo sabía, cuando sufrí depresión posparto dos veces.

Años más tarde, profesionalmente descubrí que existen estadísticas sobre cómo las mujeres que viven en comunidades fuertes no sufren de depresión posparto.


Probablemente fue mientras me convertía en activista y hacía campañas en redes que sin pensarlo comencé a crear comunidades de mujeres, con algunas de ellas he hecho activismo en varios casos y ahora somos alrededor de unas cuarenta mil si junto todas mis cuentas en redes sociales.


Y nuevamente, cuando impartía clases de embarazadas, creaba redes de mujeres. De vez en cuando me encuentro con alguna de ellas en la calle e invariablemente me dice: “¿sabes? todavía nos encontramos, estuve con ellas la semana pasada, no sé que hubiera hecho sin ellas”.

Comencé mi trabajo como educadora perinatal hace más de una década sintiéndome ofendida de que con todo mi conocimiento y tres años de estudios, la gente me viera como la del "baby club" o la del grupo de madres y bebés, terminé pensando que lo único que me importaba después de ocho sesiones era que el grupo se vinculara lo suficiente como para que las mujeres tuvieran una red sin prejuicios que las sostuviera en su maternidad.


La gente me ve fuerte y segura de mi misma. Creen que hablo de lo que sé y tengo en abundancia. Pero en realidad promuevo lo que necesito. Hablo de lo que me falta.

He estado buscando a las mías durante tanto tiempo sin darme cuenta de algo obvio que tenía delante de las narices, las mujeres nunca estamos realmente solas, nos dicen que lo estamos.

Me encantó una foto viral que vi en algún sitio y decía "mujeres apoyémonos como lo hacemos en los baños de la disco" ¡Deberíamos!


Recientemente decidí probar algo diferente para animarme, y fui a una clase tipo "cardio dance", cuando vivía en Londres solía ir a una donde el profesor, era un chico joven atractivo con un cuerpo esculpido por el baile, se movía de una manera que la mayoría de nosotros, simples mortales, nunca llegaríamos a conseguir, mientras saltaba entre las mujeres de manera sexual desencadenando todo tipo de reacciones que ahora entiendo como comportamientos aprendidos que usamos como mecanismo de defensa en la supuesta jerarquía en la que existimos.

Un hombre y unas 20 mujeres y, sin embargo, era un espacio masculino, y después de cada clase me sentía hecha polvo porque ya no era lo suficientemente buena bailando, ni mi cuerpo era el mismo. Y me quejaba un millón de veces de las letras misóginas de reaggeton que estaban en español y por lo tanto era la única que las tenía que aguantar en el espacio anglosajón. Y así fue cómo me dí cuenta de que ya no era el viejo objeto atractivo, pero estaba en un espacio que quería que yo fuera eso, mi transición había comenzado y me dirigía sin remedio al otro estereotipo en el que se desecha a las mujeres "la vieja gruñona".


Así que no sin pocas inseguridades tras aquella experiencia, ahora ya menopausica, me apunté a una nueva clase en los suburbios de Glasgow y al llegar vi que todas eran mujeres, en su mayoría de mi edad o mayores, y era un espacio tan acogedor, había cuerpos como el mío, mujeres como yo, y una maestra que lejos de dar un espectáculo, nos recordaba que éramos libres de hacerlo como pudiéramos y quisiéramos. Y cada penique se destina a mejorar la calidad de vida de pacientes con cáncer. Y la clase se me hizo tan agradable que simplemente me reí bailando por la seguridad y la comodidad de estar con otras mujeres de mediana edad bailando juntas.


Inmediatamente me sentí mejor.

Lo que me recordó algo que había ocurrido con mis amigas del colegio. La última vez que nos vimos en España, hablamos de varias dolencias, algunas andábamos a la espera de citas médicas. Unas semanas


más tarde nos preguntamos por WhatsApp y todas estábamos bien.

Una de nosotras dijo: “Pues parece que necesitábamos vernos y reírnos más de lo que creíamos” (la prueba de la risa en la foto adjunta).



¡Mujeres científicas, necesitamos más investigación sobre el impacto de las redes de mujeres en la salud de las mujeres, por favor! Y sobre el placer de las mujeres, ya que estamos, anoche aprendí de mi amiga Elaine Miller en su show cómico en el festival de Edimburgo que el conocimiento de que el clítoris tiene 8,000 terminaciones nerviosas ni siquiera ha sido investigado en mujeres. ¡¡Fue algo que descubrió un psiquiatra después de diseccionar el clítoris de ovejas!!







Ahora que estoy mayoritariamente entre mujeres, ahora que activamente busco la compañía y los espacios de mujeres, me he unido a FiLiA, una organización feminista exclusivamente de mujeres que organiza la conferencia feminista más grande de Europa. Podría decir que me uní a ellas porque quiero la liberación de la mujer, porque soy feminista, porque admiro su trabajo. Podría decir que me uní a ellas porque estaba cansada o impaciente, o ambas cosas, de luchar sola como activista contra el patriarcado.

Pero el otro día recordé por qué me uní a FiLiA, mis compañeras no lo saben, pero recientemente toqué fondo cuando me di un puñetazo en la cara. y tuve que aceptar el hecho de que me autolesioné.


Los dos últimos años han sido asquerosamente horribles, y he tenido que luchar mucho últimamente debido a traumas y circunstancias personales, y aunque estoy en terapia pero también muy cansada de ser una superviviente.

Ese horrible día de la semana pasada, estaba llorando tanto que ni siquiera sabía por qué estaba llorando. Lloré con alguien en una oficina, lloré con la recepcionista de la consulta de mi médico de cabecera, lloré con alguien en Marks & Spencer y con una voluntaria en una línea de ayuda para personas que luchan contra la ansiedad. Y luego a las 4 de la tarde me sequé las lágrimas y me preparé para una reunión con un pequeño equipo de FiLiA con el que estoy trabajando en un proyecto específico.


Me sentía responsable, no quería cancelar la reunión (esa semana ya lo había hecho).

La videoconferencia se abrió en mi pantalla y el audio no funcionaba, pero pude ver a las tres mujeres riéndose, yo no me reía. Empecé a llorar y a disculparme. Me dijeron que llorase si lo necesitaba y que escucharían todo lo que necesitase compartir, que aparcaramos la reunión de trabajo y que lo más importante era acompañarme. E hicieron lo que siempre han hecho las mujeres brillantes en mi vida, simplemente reconocieron mi dolor, me dieron ideas, me hicieron reír, compartieron lo que es igual en nosotras, nuestra lucha y nuestra alegría.

Y finalmente nos reímos. Me sequé las lágrimas y de la manera más natural, pasamos a nuestros temas de trabajo y me sentí bien de nuevo. Me sacaron de mi desesperación y no puedo decir exactamente cómo lo lograron, pero supongo que estando allí cuando las necesitaba y mostrándome el espejo de la sororidad que todas sujetamos para las otras, recordándome quien soy.


Por ejemplo, gracias a Lisa-Marie (cofundadora y directora ejecutiva de FiLiA) recuerdo que no necesito decir "lo siento" tanto. Y a pesar de mi conocimiento teórico de las organizaciones feministas horizontales y colectivas, en FiLiA, rápidamente me he dado cuenta de que todavía tengo mucho que aprender, lo supe cuando me afanaba por encontrar una única fuente de poder que me dijera lo que tenía que hacer.

O cuando me sentía mal por intentar hacer demasiado y no supe escuchar la frase que todas dicen en FiLiA: “¡si no puedes hacerlo, simplemente mándamelo de vuelta y yo me ocupo!”. No mandaba nada de vuelta. Ahora me doy cuenta de que no sabía cómo.

Había estado haciendo todo yo por mi cuenta, y tratando siempre de probar algo. Quería hacerlo todo, quería impresionar, quería ser capaz y estar disponible, como he aprendido siempre, quería ser querida…

Ser parte de un colectivo de mujeres me ha enseñado lecciones indispensables sobre mí misma.

Estoy bajando otra guardia una vez más, aprendiendo a ser vulnerable y ser vista por lo que soy en la seguridad de estar con aquellas que son como yo. La paradoja es que el “yo” no importa en el “nosotras” que hace que cada una de nosotras importe.

Cada una de las mujeres en FiLiA es simplemente increíblemente inspiradora. Es como una liga de superheroinas, sólo que mejor porque son reales. ¡Estoy muy orgullosa y emocionada de saber que finalmente las conoceré en la conferencia! Y aprovecho para confesar que a pesar de la increíble variedad de temas imperdibles que se van a tratar en el evento, la fiesta exclusiva para mujeres es lo que más me apetece en estos momentos.


Ahora entiendo que cuando era niña estábamos en un espacio totalmente femenino por los hombres. Ahora estoy en un espacio completamente femenino por las mujeres.

Y por eso me uní a FiLiA porque no quiero volver a olvidar nunca más quién soy.

Soy mujer y soy poderosa por mí y por ellas.

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